Esto es lo que
sé. Yo no podría estar aquí sin ese inmortal amor que fue cantado antes
no por Bruce (Springsteen) sino por Neil Young. Y ese amor es el que me
hace estar bien, nosotros deberíamos ser capaces de experimentar las
cosas del cielo aquí en la Tierra. Yo sé que no debería estar haciendo
esto, no debería estar aquí, pero si lo estoy es por la unión de
cineastas como Ed Saxon, Ron Nyswaner, Kristi Zea, Tak Fujimoto,
Jonathan Demme –el cual debería tener esto (refiriéndose al Oscar) junto
a sus miembros por cada actor que ha trabajado con él. Y ese elenco
incluye a Antonio Banderas, el cual, aparte de mi amante, es la única
persona por la que me cambiaría ahora. Y por el resto del elenco que
incluye a muchas personas, actores que corrieron un gran riesgo para su
imagen cinéfila, y que brillaron en su integridad, como Denzel
Washington con el que de verdad debo compartir esto.
No estaría aquí si no fuera por dos importantes hombres en mi vida, dos personas que hace tiempo con las que no hablo, pero a los que debo agradecer esta noche. A Rawley Farnsworth, que fue mi profesor de teatro en el instituto, que me enseñó a actuar bien. Y a mi compañero bajo la tutela de Farnstoworth, el señor John Gilkerson. Menciono sus nombres porque son de las personas americanas gays más brillantes, dos hombres maravillosos que he tenido la fortuna de conocer, y me inspiraron desde muy joven. Y deseo que mis hijos algún día puedan tener ese tipo de profesores y esa clase de amigos.
Y este es mi dilema esta noche. Sé que mi trabajo ha sido magnificado por el hecho de que las calles del cielo están repletas de ángeles. Nosotros sabemos sus nombres. Ellos están en las miles de lazos rojos que lleváis puesto esta noche (el lazo rojo simboliza la lucha contra el SIDA). Ellos ahora por fin descansan por el cálido abrazo de todos vosotros. Un abrazo curativo que calma sus fiebres, limpia sus pieles y permite a sus ojos ver la simple y evidente verdad que ha sido manifestada por nuestro benevolente creador a través de escritos de hombres sabios y tolerantes en la ciudad de Philadelphia hace doscientos años. Dios os bendiga. Dios tenga misericordia de vosotros y Dios bendiga America.
Pulsa aquí para ver los Oscars de Tom Hanks
No estaría aquí si no fuera por dos importantes hombres en mi vida, dos personas que hace tiempo con las que no hablo, pero a los que debo agradecer esta noche. A Rawley Farnsworth, que fue mi profesor de teatro en el instituto, que me enseñó a actuar bien. Y a mi compañero bajo la tutela de Farnstoworth, el señor John Gilkerson. Menciono sus nombres porque son de las personas americanas gays más brillantes, dos hombres maravillosos que he tenido la fortuna de conocer, y me inspiraron desde muy joven. Y deseo que mis hijos algún día puedan tener ese tipo de profesores y esa clase de amigos.
Y este es mi dilema esta noche. Sé que mi trabajo ha sido magnificado por el hecho de que las calles del cielo están repletas de ángeles. Nosotros sabemos sus nombres. Ellos están en las miles de lazos rojos que lleváis puesto esta noche (el lazo rojo simboliza la lucha contra el SIDA). Ellos ahora por fin descansan por el cálido abrazo de todos vosotros. Un abrazo curativo que calma sus fiebres, limpia sus pieles y permite a sus ojos ver la simple y evidente verdad que ha sido manifestada por nuestro benevolente creador a través de escritos de hombres sabios y tolerantes en la ciudad de Philadelphia hace doscientos años. Dios os bendiga. Dios tenga misericordia de vosotros y Dios bendiga America.
Pulsa aquí para ver los Oscars de Tom Hanks
Simplemente grandioso...
ResponderEliminar