Bien, ¿qué puedo decir ante pruebas tan humillantes? Me acuso ante el mundo de haber dirigido unos 300 dibujos animados en los últimos 50 ó 60 años. Espero que esto signifique que me habéis perdonado. Cuando, en 1931, vine tropezando desde el instituto de arte de Chouninard hasta el árido torbellino de la Gran Depresión con la débil esperanza de poder reanudar mi carrera en la escuela como conserje ocurrió un milagro tan asombrosamente inesperado e increíble que incluso hoy en día no me lo puedo creer. Alguien me ofreció pagarme por dibujar. Y ese milagro continúa. Durante cerca de 70 años he sido pagado suficientemente, incluso generosamente, por hacer lo que más me divierte hacer. Un milagro de verdad. Robert Frost lo expresó mejor: “Mi objetivo en la vida”, él dijo, “es unir mi pasatiempo y mi vocación, como mis dos ojos en una única vista”. Mis más profundos agradecimientos para este señalado y brillante premio, y mi amor a Marian y Linda por las risas de los residentes de Termite Terrace, allá donde estéis. Gracias.
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