Muchas gracias. Entiendo que este es el
más prestigioso premio que puedes conseguir, con la posible excepción
del premio Nobel, por supuesto. Quisiera que cogieras esto un momento
(coge el premio y se lo da a Jack Lemmon) porque me temo que pueda
romperlo.
Quisiera agradecer especialmente –después de haber agradecido a la junta de gobernadores de la Academia y a todos sus miembros, y a los millones de fans que tengo por todo el mundo, en la parte civilizada del mundo- y quisiera mucho agradecer un caballero en concreto sin cuya ayuda no estaría aquí esta noche. He olvidado su nombre pero nunca olvidaré su compasión. Era el consul Americano en Mexicali, México.
Imaginad 1934. Un año después del golpe de estado de Hitler. Estábamos en el exilio: Zurich, Londres, París. Entonces yo tuve suerte. Yo vendí una historia a Hollywood y obtuve un visado de visitante por seis meses. Entonces vine aquí y empecé a trabajar, pero seis meses se van muy rápido y yo no quería irme. Quería permanecer en América y me dijeron que para eso necesitaba un visado de inmigración. Para conseguirlo tú debes dejar el país, obtener el visado de inmigración y volver a entrar con los papeles correctos. Por lo que me fui a Mexicali, que es el consulado más cercano al pasar la frontera desde California. Y me llevaron a la oficina del cónsul mientras yo temblaba en sudores. Y no era porque hiciera calor sino por pánico, por miedo. Yo sabía que necesitaba un montón de documentos: una declaración jurada, pruebas oficiales de que soy residente, testimonios jurados de que nunca he sido un criminal o un anarquista. Yo no tenía nada, nada de nada. Solo mi pasaporte, mi certificado de nacimiento y algunas cartas de mis amigos americanos asegurando que yo era inofensivo. Yo estaba desesperado.
El cónsul –que se parecía un poco a a Will Rogers- examinó mi excasa documentación y me preguntó: "¿esto es todo lo que tienes?". Y dije: "sí". Traté de explicarle que tuve que abandonar Berlin muy rápidamente, en apenas 20 minutos. Un vecino me escribió esto mientras dos hombres uniformados me buscaban. Solo tuve tiempo para tirar estas pequeñas cosas en una maleta y coger el tren a Paris. El cónsul me miró y dijo: "entiendo, y ¿qué esperas que haga con estos papeles" y yo le dije que estaba tratando de conseguirlos en la Alemania nazi pero que ellos no me respondían. Por supuesto que podría conseguirlos si volvía a Alemania pero de hacerlo me meterían en un tren o en un barco rumbo a Dachau. Por lo que permanecí ante él sin saber que estaba pensando sobre mí. Yo había oído que familias enteras habían pasado años esperando por su visado y que otros nunca lo habían conseguido. Y creedme, yo quería volver a America. Pero pintaba mal la cosa.
Nos quedamos mirando el uno al otro, el consul y yo, en total silencio. Finalmente me preguntó: "¿A qué te dedicas? Me refiero profesionalmente". Y dije: "escribo películas". Y él me dijo: "¿solo eso?". Él se levantó y empezó a caminar de un lado a otro detrás de mí, como si me estuviese midiendo. Entonces él volvió a su escritorio, abrió mi pasaporte, y cogió un sello y lo estampó, dándome el pasaporte y diciéndome: "escriba cosas buenas".
Esto fue hace 54 años. Y es lo que he tratado de hacer desde entonces. Nunca he querido decepcionar a aquel maravilloso hombre de Mexicali. Y sabéis, mirando atrás, he tenido una vida maravillosa. Yo nunca esperé algo como esto, como el premio Thalberg. Sois sin duda la gente más generosa en el mundo. Y desearía que estuvieses viéndome junto a I.A.L. (Diamond) porque esto es parte de él. ¿todo bien ya? Muchas gracias.
Pulsa aquí para ver los Oscars de Billy Wilder
Quisiera agradecer especialmente –después de haber agradecido a la junta de gobernadores de la Academia y a todos sus miembros, y a los millones de fans que tengo por todo el mundo, en la parte civilizada del mundo- y quisiera mucho agradecer un caballero en concreto sin cuya ayuda no estaría aquí esta noche. He olvidado su nombre pero nunca olvidaré su compasión. Era el consul Americano en Mexicali, México.
Imaginad 1934. Un año después del golpe de estado de Hitler. Estábamos en el exilio: Zurich, Londres, París. Entonces yo tuve suerte. Yo vendí una historia a Hollywood y obtuve un visado de visitante por seis meses. Entonces vine aquí y empecé a trabajar, pero seis meses se van muy rápido y yo no quería irme. Quería permanecer en América y me dijeron que para eso necesitaba un visado de inmigración. Para conseguirlo tú debes dejar el país, obtener el visado de inmigración y volver a entrar con los papeles correctos. Por lo que me fui a Mexicali, que es el consulado más cercano al pasar la frontera desde California. Y me llevaron a la oficina del cónsul mientras yo temblaba en sudores. Y no era porque hiciera calor sino por pánico, por miedo. Yo sabía que necesitaba un montón de documentos: una declaración jurada, pruebas oficiales de que soy residente, testimonios jurados de que nunca he sido un criminal o un anarquista. Yo no tenía nada, nada de nada. Solo mi pasaporte, mi certificado de nacimiento y algunas cartas de mis amigos americanos asegurando que yo era inofensivo. Yo estaba desesperado.
El cónsul –que se parecía un poco a a Will Rogers- examinó mi excasa documentación y me preguntó: "¿esto es todo lo que tienes?". Y dije: "sí". Traté de explicarle que tuve que abandonar Berlin muy rápidamente, en apenas 20 minutos. Un vecino me escribió esto mientras dos hombres uniformados me buscaban. Solo tuve tiempo para tirar estas pequeñas cosas en una maleta y coger el tren a Paris. El cónsul me miró y dijo: "entiendo, y ¿qué esperas que haga con estos papeles" y yo le dije que estaba tratando de conseguirlos en la Alemania nazi pero que ellos no me respondían. Por supuesto que podría conseguirlos si volvía a Alemania pero de hacerlo me meterían en un tren o en un barco rumbo a Dachau. Por lo que permanecí ante él sin saber que estaba pensando sobre mí. Yo había oído que familias enteras habían pasado años esperando por su visado y que otros nunca lo habían conseguido. Y creedme, yo quería volver a America. Pero pintaba mal la cosa.
Nos quedamos mirando el uno al otro, el consul y yo, en total silencio. Finalmente me preguntó: "¿A qué te dedicas? Me refiero profesionalmente". Y dije: "escribo películas". Y él me dijo: "¿solo eso?". Él se levantó y empezó a caminar de un lado a otro detrás de mí, como si me estuviese midiendo. Entonces él volvió a su escritorio, abrió mi pasaporte, y cogió un sello y lo estampó, dándome el pasaporte y diciéndome: "escriba cosas buenas".
Esto fue hace 54 años. Y es lo que he tratado de hacer desde entonces. Nunca he querido decepcionar a aquel maravilloso hombre de Mexicali. Y sabéis, mirando atrás, he tenido una vida maravillosa. Yo nunca esperé algo como esto, como el premio Thalberg. Sois sin duda la gente más generosa en el mundo. Y desearía que estuvieses viéndome junto a I.A.L. (Diamond) porque esto es parte de él. ¿todo bien ya? Muchas gracias.
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